Después de llegar a España hace casi ocho años, era obvio que iba a tener que aprender el idioma de una vez por todas. Había estado cuatro años casado con una española y ya habíamos estado juntos siete años antes de casarnos, pero de una forma u otra me las había arreglado para no tomarme la molestia de aprender mucho más que unas pocas palabras en su idioma. Hay razones y excusas, sobre todo que habíamos estado construyendo una vida para ella en inglés, por lo que pasábamos todo nuestro tiempo en inglés. Pero seamos sinceros. Si hubiese sabido que estaría donde me encuentro hoy... teniendo que hablar su idioma, habría empezado mucho antes. En fin, ya estábamos aquí y debía aprender el idioma, ¿no? Sin embargo, nuestras vidas continuaban en inglés, mi trabajo era en inglés y la vida en casa continuaba en inglés para que no perdiese el idioma y para que los niños creciesen envueltos en él. Recurrí a algunos amigos y compañeros de trabajo, pero lo que me decían era que tenía que hacer ejercicios y aprender a conjugar verbos, cientos de conjugaciones que memorizar. No era ni de lejos lo que necesitaba y, desde luego, no era algo que disfrutaría. Probé algunas clases por aquí y una que otra por allá. Pero siempre acababa siguiendo la misma metodología. Así que me rendí... otra vez. O eso creía. Me habían dicho tantas veces que era un vago y que no quería esforzarme en aprender un idioma, que llegué a creérmelo. Me lo creí hasta que alguien especial en mi vida me contó su viaje y sus senderos en su viaje lingüístico. Lo que me dijo de pasada me hizo darme cuenta de algo trascendente sobre mi estado de ánimo. Llevaba cinco años dirigiendo mi centro de aprendizaje de idiomas yo solo, cinco años cargando con todo el peso, cuesta arriba y a contracorriente, de una lengua extranjera. En los buenos momentos y en los no tan buenos. Durante más de cinco años... Mucho más, había luchado contra el sistema de aprendizaje de idiomas pensando que era yo quien fracasaba. No obstante, al mismo tiempo estaba construyendo mi centro sobre la base de la certeza de que el sistema educativo estaba fallando a nuestros jóvenes. Se había quedado anclado en el pasado y no los preparaba bien para el futuro. Y, de alguna forma, había pasado algo por alto. Lo que estaba aplicando a los jóvenes, los líderes del mañana, no me lo estaba aplicando a mí mismo... Y, sin embargo, lo estaba haciendo inconscientemente. Estaba aprendiendo el idioma a mi manera, de forma significativa, a través de actividades, salidas e interacciones que tenían un propósito en mi vida. Durante cinco años me había hecho la siguiente pregunta: "¿Cómo puedo pedir a la gente que me siga, que crea en mí y en mi sistema, si yo mismo me niego a asistir a 'CLASES'?". Sufría un grave caso de síndrome del impostor. Si alguna vez has oído el dicho "fíngelo hasta que lo consigas", así es como me sentía yo. Pero lo que había pasado por alto es que estaba pidiéndole a la gente que se uniera a mí en una nueva forma de aprender... Que, casualmente, he estado llevando a cabo desde el principio. Lo que se había considerado pereza y falta de interés, en realidad era mi batalla contra un sistema disfuncional. NO SOY UN IMPOSTOR, SOY UN LÍDER Y UN VISIONARIO. Predico con el ejemplo y soy la prueba viviente de nuestro futuro y de la metodología English Naturally. Una cosa es saberlo, e incluso escribirlo, pero cambiar un sistema de creencias es otra cosa. Es algo que todavía tengo que recordarme a mí mismo.
Con cariño Daniel Peel
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AuthorDaniel Peel. Archives
Junio 2024
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